“Tenemos como segura y firme ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás del velo.”
(Hebreos 6:19)
Las tormentas llegan sin previo aviso. A veces son problemas familiares, otras, crisis personales, enfermedades o momentos de incertidumbre. No podemos controlar el viento ni la fuerza de las olas, pero sí podemos decidir dónde echamos el ancla.
El autor de Hebreos nos recuerda que nuestra esperanza no está en las circunstancias, sino en Cristo, quien permanece firme e inmutable. Mientras el mundo se sacude, los hijos de Dios pueden permanecer estables porque su fe no depende del clima, sino del carácter de Aquel que nunca falla.
Una fe anclada en Cristo no ignora la realidad, pero se aferra a una verdad más grande que la realidad misma: que Dios sigue siendo soberano, que su amor no se mueve, y que su promesa no cambia aunque todo a nuestro alrededor lo haga.
Quizás hoy te sientas en medio de una tormenta. No intentes nadar contra la corriente; echa el ancla. Aférrate a la Palabra, busca su presencia, confía en su fidelidad. Porque quien está anclado en Cristo puede resistir cualquier tempestad.
Aplicación práctica
- Identifica aquello que hoy te está sacudiendo emocional o espiritualmente, y entrégaselo a Dios en oración, recordando que tu ancla está en Él.
- Escribe en un papel tres promesas bíblicas que te recuerden su fidelidad (por ejemplo: Isaías 41:10, Filipenses 4:7, Romanos 8:28) y léelas cada mañana.
- Esta semana, sé un ancla para alguien más: comparte una palabra de esperanza con quien esté pasando por una tormenta.
Recuerda: la fe no evita las tormentas, pero te da estabilidad en medio de ellas.
Oración
“Señor, gracias porque eres mi ancla segura en medio de la tempestad. Cuando el miedo y la incertidumbre me rodean, ayúdame a permanecer firme en tu amor. Enséñame a confiar más en tu promesa que en mis circunstancias, y hazme un reflejo de esperanza para los que me rodean. Amén.”

Hermoso mensaje.
Gracias por el apoyo, esperamos seguir siendo de bendición.
Un saludo.