Ya sea que lo hayas visto en otros o lo hayas experimentado tú mismo, sabrás a qué me refiero cuando describo la «emoción» de una nueva relación. Cuando una pareja empieza a conocerse, nunca hace nada malo, desde el punto de vista del otro. Incluso los rasgos molestos se consideran «adorables». Los errores y las tensiones se olvidan rápidamente en medio de la ceguera del romance. ¿Has pasado por esto verdad?
Es justo decir que el nuevo amor no guarda rencor o «no guarda registro de los errores». Parece un principio que todos podemos aplicar, al menos durante un mes.
El reto, por supuesto, viene con las relaciones más largas. A medida que pasa el tiempo, resulta más difícil ignorar los defectos de la otra persona. Un vínculo cada vez más profundo deja al descubierto la vulnerabilidad y la fragilidad humana. A medida que una persona entrega su corazón, aumenta la posibilidad de que le hieran, le destrocen o le defrauden.
C.S. Lewis escribió: «Amar es ser vulnerable. Ama cualquier cosa y tu corazón se estrujará y posiblemente se romperá. Si quieres asegurarte de conservarlo intacto no debes entregárselo a nadie, ni siquiera a un animal».
Pero es un hecho, el verdadero amor duele, esta es una dura realidad de la vida, digan lo que digan las películas románticas. Esto se debe a que todos somos imperfectos, somos egoístas. Proyectamos nuestros quebrantos en los que están más cerca de nosotros. El amor nunca es fácil.
La cuestión hoy no es si alguien a quien amas te hará daño. Eso es un hecho. La cuestión es cómo responderás ante ello.
Pero no te preocupes, hoy Jesús nos guía en este viaje. La extraordinaria afirmación del cristianismo es que Jesús murió por nosotros cuando estábamos en nuestro peor momento. No solo nos perdonó cuando empezábamos una nueva relación. Nos perdonó aun conociendo nuestros pensamientos más oscuros y todo nuestro mal. Cada pecado que hemos cometido y que cometeremos estaba en su mira cuando fue a la cruz.
Esto tal vez te impacte: «Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros».
Jesús demostró que su amor no quarda registro de las faltas por toda la eternidad. El verdadero amor, según hemos aprendido, continúa perdonando, incluso cuando ha sido defraudado innumerables veces. Eso significa que tú también estás perdonado.
Sin embargo, mientras seguimos reflexionando, se nos plantea una tarea difícil. Del mismo modo que Cristo nos ha perdonado, nosotros debemos perdonar a los demás. Así como Cristo no ha guardado registro de nuestras faltas, así nosotros debemos renunciar a nuestros registros de las faltas de otros.
Por si acaso, ¿llevas un registro de ofensas? La virtud del amor se sustenta en el acto de perdonar.
Mientras contemplas la generosidad de Jesús, pídele a Dios que te permita perdonar de corazón a los demás. Esta tarea no es fácil, pero es la esencia del amor real, resiliente y duradero.
Por esta razón Jesús nos enseñó a orar: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores». Esta es la economía del amor: El perdón fluye constantemente. Decide hoy romper tu registro de ofensas y alégrate porque al hacerlo, serás libre.
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