“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)

A veces vivimos atrapados entre lo que fuimos y lo que quisiéramos llegar a ser. Nuestro pasado puede estar lleno de errores, culpas o heridas que parecen recordarnos constantemente nuestras limitaciones. Sin embargo, la buena noticia del Evangelio es que Cristo no vino para que arrastremos cadenas, sino para darnos verdadera libertad.

Cuando Pablo declara que en Cristo somos “nueva criatura”, nos está recordando que no se trata solo de un cambio superficial, como pintar una pared vieja o arreglar algo roto. Dios no se conforma con reparar lo dañado: Él crea algo completamente nuevo. Su gracia borra lo que antes nos definía y nos da una nueva identidad: hijos amados de Dios.

Es cierto que las cicatrices del pasado pueden seguir presentes, pero en Cristo esas marcas ya no son motivo de vergüenza, sino testimonio de su poder transformador. Donde hubo fracaso, ahora hay oportunidad. Donde hubo pecado, ahora hay perdón. Donde hubo muerte, ahora hay vida.

Aplicación práctica

1. Reconoce tu nueva identidad. No eres definido por lo que fuiste ni por lo que otros dicen de ti, sino por lo que Dios declara en su Palabra.
2. Deja lo viejo atrás. Haz un acto intencional esta semana: escribe en un papel aquello del pasado que aún cargas y entrégalo en oración a Dios.
3. Camina en lo nuevo. Vive de manera práctica tu nueva identidad: decide hablar, pensar y actuar como alguien que ha sido redimido y restaurado.

Recuerda: la obra de Cristo en tu vida no tiene fecha de caducidad. Cada día es una nueva oportunidad para experimentar su gracia transformadora.

Oración
“Señor, gracias porque tu gracia me alcanzó y me hizo nuevo en Cristo Jesús. Hoy decido soltar lo viejo, dejar atrás la culpa y caminar en la libertad que me has dado. Haz de mi vida un testimonio vivo de tu amor y tu poder restaurador. Amén.”