¿Pero quién entre nosotros lo es? Moralidad descuidada, desprecio por la verdad, poco interés en los demás, poca búsqueda de Dios, pecado… Los requerimientos para ocupar un lugar en la mesa de Dios son altos, sí, pero el amor de Dios por sus hijos es aún más alto.
No hay asiento para los desaliñados… Pero Dios nos ofrece la túnica de Jesús, una túnica sin costuras.
Cuando los soldados habían crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados.
Juan 19:23-24
Una túnica no muy humilde, como para tocar los corazones, una túnica no tan elegante, como para llamar la atención.
Y por sobre todo esto una túnica sin costuras, este detalle es muy importante.
Porque tal y como era el carácter de Jesús, coordinado, unificado, consecuente; así era su túnica, perfección ininterrumpida.
Y esta misma túnica se la quitó en la cruz para ponerse una muy diferente, una túnica pecaminosa, una túnica manchada de todo lo vil que llevábamos nosotros.
Pero es que el amor de nuestro Dios fue mucho más grande.
No bastó con prepararte una fiesta, no le bastó con reservarte un asiento en su mesa, aún no le fue suficiente correr con todos los gastos y proveer transporte para que tú y yo lleguemos al banquete.
Hizo algo más.
Te dejo su propia ropa de manera que puedas estar vestido adecuadamente para poder sentarte en su mesa, en esa mesa preparada para ti.
Y todo esto lo hizo por ti.
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