¿Alguna vez has entrado a la casa de los espejos? Es una atracción muy popular. Consiste en una sala llena de espejos de diferentes tamaños y curvaturas que producen todo tipo de imágenes distorsionadas; algunos hacen que las cosas parezcan más grandes, otros más pequeñas, y en algunos casos, todo luce increíblemente distorsionado. Es divertido observarnos en ellos, pero al mismo tiempo, se convierte en una experiencia desesperante a la hora de encontrar la salida. Las imágenes nos confunden y engañan, haciendo difícil distinguir entre la verdad y la ilusión.
Nuestra vida muchas veces se siente como atravesar una casa de los espejos. Con frecuencia nos dejamos conducir por una imagen falsa de la realidad, sólo para descubrir que nos dirigimos a cualquier otro lugar menos hacia la salida. Perdemos tanto tiempo recorriendo el camino incorrecto y prestando atención a todas las voces a nuestro alrededor que nos dicen cómo debería ser nuestra vida. ¡Qué frustrante es darnos cuenta que íbamos por la dirección equivocada!
A medida que avanzamos por este laberinto de imágenes distorsionadas, es de esperarse que la confusión se apodere de nosotros, hasta el punto en el que ya ni siquiera seamos capaces de distinguir las intenciones de quienes nos rodean. Es aquí cuando nos preguntamos en quién podemos confiar y qué camino nos llevará a donde queremos llegar.
Sin embargo, ante esta situación, la Escritura nos ofrece una respuesta contundente que nos anima a seguir adelante. En lugar de avanzar por un camino engañoso, Dios nos invita a poner toda nuestra confianza en él. Recordemos las palabras del pasaje de hoy: «Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas».
La voz de Dios es la única que puede guiar nuestros pasos por el camino correcto. Esto no significa que en nuestro trayecto por la vida no nos encontremos con espejos de diferentes tamaños que nos confundan, pero una cosa es segura, la voz del Señor siempre estará ahí para romper con estruendo cada espejo falso, y para redirigir nuestro camino hacia su perfecta voluntad.
La verdadera sabiduría no se trata de entender todo a la perfección, sino de confiar, aún sin tener la respuesta a nuestras preguntas. La sabiduría de Dios tampoco tiene que ver con conocer siempre el camino que tenemos por delante, sino en descansar en que el Señor nos acompaña todo el tiempo.
En otras palabras, avanzar por esa casa de espejos que es la vida, consiste, en última instancia, en poner toda nuestra fe en alguien que supera nuestro entendimiento. Ser sabio consiste en confiar plenamente en el Dios del que viene toda la sabiduría.
Generalmente, cuando creemos que encontraremos solos todas las respuestas, terminamos confundidos, desilusionados, y a la deriva. El Señor no quiere eso para nosotros de ninguna manera.
Piensa por un momento en las áreas de tu vida que necesitas confiar más a Dios. Quizás no lo has hecho por miedo a la incertidumbre del futuro o simplemente porque te encuentras en un momento de confusión. Si ese es tu caso, debes saber que sentirte así es completamente normal. Dios te conoce y por eso, te anima constantemente a regresar tu mirada hacia él
Hoy oro para que las palabras de Jesús te traigan consuelo y paz. Él te dice: «No te angusties. Confía en mí.»
Tal vez sea más cómodo tratar de entenderlo todo por nuestra cuenta, pero la verdad es que, sin Jesús, sólo nos encontraremos atrapados en una casa de espejos sin encontrar la salida. No te distraigas con las imágenes distorsionadas, no cedas a los engaños del espejo, confía en aquel que es «el camino, la verdad y la vida» y encuentra de su mano la dirección correcta.
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