¿Alguna vez te preguntas si estás haciendo lo correcto? ¿O si realmente estás donde Dios quiere que estés? ¿O si hay algo más o diferente o mejor o más grande para ti? O tal vez te preguntes si el precio a pagar por tu llamada compensa los momentos que sientes que te estás perdiendo.

En tantos momentos en la vida nos sentimos como si estuviéramos en una habitación donde todas las luces se han apagado, y vamos tropezando intentando encontrar un interruptor de luz, una vela o una linterna para guiar nuestros pasos. En esos momentos, confía en Dios. Sujétate fuerte de su mano extendida y cree que Él te guiará seguro a la siguiente puerta que tiene preparada para que cruces. La oscuridad no tiene por qué dar miedo cuando podemos caminar con la Luz del mundo.

Pero esas preguntas que te haces a ti mismo son legítimas. Tus miedos y preocupaciones no deberían causarte vergüenza. Si pudiéramos sentarnos todos juntos para hablar sobre nuestro trabajo, nuestras pasiones y nuestra fe, me sorprendería que alguien dijera que su vida ha resultado exactamente como la habían planeado. ¿Qué le dirías a un amigo en la mesa que tuviera esas preguntas? ¿Le dirías que tiene razón y que probablemente debería rendirse?

Espero que no.

Le amaríamos y oraremos con él. Le daríamos ánimos y encontraríamos formas de decirle que lo que está haciendo es bueno, digno, valioso y que sí sabe en su interior que aquí es donde Dios quiere que esté en este momento, entonces no es un error.

Te diría cuán firmemente creo que Dios está tomando lo humilde y haciéndolo santo, y que la obediencia (no el tamaño, la fama o el reconocimiento) es lo que importa en el impacto que hacemos a través de nuestro trabajo para el Reino.

Dios es fiel en todo lo que hace. Donde estás, lo que haces y las personas que están frente a ti a las que Dios te ha pedido que sirvas no son un error. Los desafíos, decepciones y fracasos no son un error.

Dios usará cada parte de nuestra historia para iluminar su gloria.