LA RENUNCIA

Uno de los muchos contrasentidos, que nos pide nuestro Señor, consiste en vaciarnos para ser llenados, renunciar para sobreabundar; contrariamente a lo que la mente carnal propone siempre, que es: anhelar, acaparar, acumular, para conseguir añadir y aumentar lo que se tiene. 

De esta manera, Dios quiere llevarnos a la perfecta libertad de no poseer nada, porque lo que poseemos nos posee a su vez, adueñándose de nuestro corazón, que sólo ha de pertenecer a Cristo, pues hemos sido creados por Él y para Él, no para ser posesivos, sino para ser poseídos por su Espíritu.

A Pablo le fue otorgado el privilegio de ser libre de toda posesión, para ser lleno de Cristo:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.

Filipenses 3:7-8

No se puede amar a Dios y a las riquezas juntamente; no se puede servir a dos señores al mismo tiempo. Sí, la renuncia es una llave de oro, para la multiplicación sobrenatural de todo tipo de bienes, para abrir las despensas del cielo, para estimular al dedo sobrenatural de Dios a hacer prodigios y milagros, en favor de nuestra provisión.

La renuncia es, pues, la llave de oro que abre la puerta de las ovejas, que es Jesucristo, donde se entra en los inmensos y verdes pastizales del Buen Pastor.

Malaquías 3:10-12

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