Versículo base: Mateo 5:3 «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Si alguna vez escuchaste hablar de Jesús de Nazaret, probablemente sabes que fue un maestro famoso y que sus palabras más conocidas han forjado la vida de miles de millones de personas a través de la historia. «Ama a tu prójimo como a ti mismo», «Haz a los demás lo que quieres que hagan contigo». Ahora bien, estos dichos vienen de una colección de enseñanzas de Jesús, a veces llamada el sermón del monte. Solo tiene tres capítulos, pero sus ideas e imágenes han permanecido a través del tiempo.
El sermón del monte no es una colección aleatoria de las enseñanzas de Jesús, han sido organizadas de una manera hermosa para que sea más fácil recordarlas y meditar en ellas. El sermón consta de tres partes principales. La parte central tiene tres partes, y luego cada una de esas partes centrales tiene a su vez tres partes. Wow, este sermón sí que ha sido diseñado con mucho cuidado.
Justo en el centro del centro está la famosa oración que Jesús enseñó a sus seguidores: «Padre nuestro que estás en el cielo, que tu nombre sea tratado como santo, que venga tu reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.»
¿Qué significa eso de que el reino de Dios venga a la tierra? Bueno, tenemos que recordar que Jesús era judío y que creció meditando en la Biblia hebrea, las sagradas escrituras de Israel. Cuando los humanos gobiernan con el amor y la sabiduría de Dios, y cuando la justicia y la paz prevalecen, el reino y la voluntad de Dios se hacen realidad aquí en la tierra como en el cielo.
Nada fácil, los humanos se revelan incesantemente y edifican sus propios reinos según su propia sabiduría. Así que Dios escogió una familia, los israelitas, y les ofreció su sabiduría. Comenzando con Moisés en el monte Sinaí, Dios estableció un pacto sagrado con ellos. Pero en los tiempos de Jesús, el reino de Dios no se podía ver en ningún lado. De hecho, Israel estaba siendo oprimido por los romanos.
Muchos líderes religiosos pensaban que Israel no estaba siendo suficientemente fiel a la sabiduría de Dios. Otros pensaban que a Israel le convenía cooperar con Roma. En los tiempos de Jesús, otros se fueron a los montes para convertirse en luchadores, para ser libres de Roma, eran conocidos como los celotes. Y otros se fueron al desierto a esperar que Dios los usara para iniciar un nuevo Israel.
Pero si caminabas entre el pueblo de Israel, como lo hacía Jesús, encontrabas gente normal que se las arreglaba como podía. La mayoría sobrevivía a duras penas. Abundaban los pobres y los enfermos. Muchos habían perdido sus tierras a manos de los ocupantes romanos y estaban luchando para poder pagar costosos impuestos. Estaban indefensos y desesperanzados.
Así que Jesús fue a esa gente, sanando enfermos y anunciando que el reino de Dios estaba llegando. Las personas venían de todas partes a escuchar sus enseñanzas. Y un día, Jesús fue a un monte alto y dijo que la llegada del reino de Dios estaba empezando en ese lugar y en ese momento. El reino de Dios comienza con los pobres, los desamparados y los despreciados. Es entre ellos donde la presencia de Dios y su bendición cobran vida.
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