«Soy lo que los demás dicen o piensan de mí».
La opinión de las personas puede ser un factor determinante en la construcción de nuestra identidad. Es muy fácil creer en lo que otros dicen o piensan de nosotros. Sin embargo, la realidad es que basar nuestra identidad en las opiniones de los demás nos dejará en un terreno inestable.
Cuando nuestra popularidad crece, sentimos que nuestra autoestima y sensación de valor aumentan, pero cuando alguien nos desprecia, nos critica o es poco amable con nosotros, el valor que nos damos puede resquebrajarse fácilmente.
Las redes sociales han incrementado enormemente la presión de la popularidad; y la búsqueda de likes, seguidores y aprobación, es un ciclo repetitivo que nunca parece llevarnos a la satisfacción o a la seguridad. Si buscamos nuestra identidad en fuentes externas, siempre estaremos inseguros de nuestra valía y seremos vulnerables frente a quienes quieran derribarnos.
En un mundo de selfies, filtros y perfiles cuidadosamente elaborados, ¿cómo podemos volver a la verdad de lo que realmente somos: sin filtros, nuestro yo más auténtico?
La verdad sobre quiénes somos solo puede encontrarse en la palabra de Dios. El pasaje de hoy nos recuerda que, mientras la gente se enfoca en las apariencias, «el Señor se fija en el corazón», de hecho Colosenses 3:12 dice que Dios nos ve como escogidos, santos y amados.
Recuerda, no te define lo bueno o lo malo que la gente haya dicho de ti sino lo que la Biblia dice que eres: hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, y destinado a un propósito de bienestar y no de calamidad.
No permitas que la opinión de los demás sobre ti sea más importante que la de Dios.
Hagamos un pequeño ejercicio práctico:
Piensa en algunas de las mentiras que pudiste haber creído sobre ti mismo a causa de las opiniones de otros y reflexiona: ¿Alguna vez alguien dijo una palabra desagradable que no has podido olvidar hasta hoy?
Dios sabe exactamente cómo te sientes. Acércate a él hoy, ábrele tu corazón y con sinceridad cuéntale lo que te aflige. Permite que su amor llene tu corazón y te recuerde quién eres en él, un hijo de Dios, profundamente amado, elegido y reconocido por aquel que te creó.
Dios te conoce desde antes de nacer. Él sabe mejor que nadie quién eres y te ama con amor eterno. Convierte la opinión que Dios tiene de ti en la más importante que escuches hoy.
«El que mejor me conoce, es el que más me ama».
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