Los evangelios están llenos de pistas sobre su misión redentora, esperando ser descubiertas. Es como una búsqueda del tesoro: cada encuentro y cada palabra nos revelan más sobre su identidad, nos llenan de esperanza y nos llevan a profundizar en su historia. A menudo, las mayores revelaciones vienen de las voces más inesperadas, mostrándonos que Dios puede hablar a través de cualquier persona y en cualquier momento para cumplir sus propósitos… incluso a través de ti.
Hoy conoceremos a Simeón. Él no era un héroe ni un líder religioso, sino un hombre sencillo y devoto. Como tantos otros, esperaba la llegada del Mesías. Pero él tenía algo especial: el Espíritu Santo le había prometido que vería a Cristo antes de morir.
Y ese día llegó. En el templo, María y José se encuentran con este anciano desconocido y, de pronto, sucede algo asombroso. Simeón toma al niño en sus brazos y proclama con gozo que Jesús es la salvación de Dios, no sólo para Israel, sino para todas las naciones. Sin embargo, sus palabras también traen un mensaje difícil: mirando a María, le dice: «Y a ti, una espada te atravesará el alma».
Esta profecía nos revela algo profundo sobre Jesús: no solo traerá consuelo, sino que será una señal de contradicción. Su presencia desafiará a los poderosos, revelará lo que hay en el corazón de cada persona y marcará destinos. Además, su salvación tendrá un precio, no solo para él, sino también para quienes lo aman.
Las palabras de Simeón nos invitan a reflexionar: ¿cómo cambia esta profecía nuestra comprensión de Jesús y su misión?
Hoy, como María, estamos llamados a vivir entre el gozo y el costo de la cruz. El evangelio es un regalo de amor, pero también implica entrega. Seguir a Jesús nos transformará, nos desafiará y, a veces, nos dolerá. Pero, al igual que María, descubriremos que cada sacrificio vale la pena, porque en él encontramos gozo, vida y salvación…
para siempre.
0 comentarios