UNA ECONOMÍA JUSTA BAJO EL GOBIERNO DE DIOS

«La justicia social y la justicia económica son la base de todas las leyes.»
Dae Cheon-deok

1. DIOS SE INTERESA POR LA ECONOMÍA

A menudo pensamos en la espiritualidad como algo desconectado de lo económico. Como si Dios solo se interesara por nuestras oraciones, cantos y comportamientos morales. Pero la Biblia demuestra una y otra vez que nuestro Dios también se preocupa por la manera en que organizamos nuestras sociedades, cómo distribuimos los recursos y cómo tratamos al prójimo en contextos económicos.

Desde los diez mandamientos hasta las enseñanzas proféticas, el eje central de las leyes dadas por Dios al pueblo de Israel giraba en torno a la justicia. No solo justicia espiritual, sino justicia social y económica. Una justicia concreta, práctica, que se vive en el día a día: en la tierra, en la cosecha, en los contratos, en el trato a los pobres y en la restitución del bien común.

2. EL AÑO DEL JUBILEO: UN REDISEÑO ECONÓMICO DIVINO

El capítulo 25 del libro de Levítico presenta una idea revolucionaria: el año del jubileo. Cada 50 años, el pueblo de Israel debía:

  • Devolver la tierra a sus dueños originales
  • Liberar a los siervos que se habían vendido por necesidad
  • Perdonar las deudas acumuladas
  • Permitir que la tierra descansara de la explotación continua

¿Por qué este mandato? Porque Dios quería garantizar que su pueblo no viviera bajo sistemas de opresión prolongada. El jubileo impedía la formación de clases sociales permanentes, protegía a las familias vulnerables y recordaba constantemente que la tierra no era del hombre, sino de Dios (Lv 25:23).

Este diseño económico estaba basado en la misericordia, pero también en la equidad y la sostenibilidad. Era una forma de frenar la avaricia, de cortar los ciclos de pobreza estructural y de asegurar una redistribución justa que garantizara la dignidad de todos.

3. JUSTICIA ESTRUCTURAL, NO CARIDAD MOMENTÁNEA

Como bien dice el texto que leíste: «las leyes de misericordia buscaban ayudar a quienes caían en pobreza accidentalmente, aun dentro de un sistema justo.» Eso quiere decir que la justicia de Dios no solo actúa como auxilio en emergencias, sino que establece estructuras para prevenir la desigualdad antes de que aparezca.

En otras palabras, el plan divino no es simplemente «darle una moneda al necesitado», sino asegurarse de que las condiciones sociales y económicas no perpetúen la injusticia.

La Biblia nos presenta un modelo económico donde:

  • Nadie acumula sin límite
  • Nadie pierde su tierra para siempre
  • Nadie es explotado por generaciones
  • Todos son recordados como iguales ante Dios

4. APLICACIÓN ESPIRITUAL Y CONTEMPORÁNEA

Aunque hoy no vivimos bajo la ley mosaica, los principios de justicia, equidad y restauración siguen siendo eternamente válidos. En Cristo, fuimos llamados a ser administradores del Reino de Dios, y eso incluye administrar con justicia nuestros recursos, nuestras empresas, nuestras decisiones laborales y nuestra influencia social.

El apóstol Pablo lo dijo así:

«Que cada uno no busque solamente su propio bien, sino también el de los demás.» (Filipenses 2:4)

La economía del Reino no gira en torno a la acumulación egoísta, sino al bienestar compartido. No se basa en la competencia, sino en la colaboración. No nace del miedo a la escasez, sino de la fe en la provisión abundante de Dios.

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