VOLVER A DETENERNOS PARA REFLEXIONAR

Vivimos en un mundo acelerado, donde lo urgente aplasta lo importante. El artículo citado nos alerta de un fenómeno profundo: hemos dejado de reflexionar. Y esta pérdida de reflexión tiene consecuencias muy serias —no solo en lo individual, sino como comunidad y como iglesia. 

Para la iglesia, esta realidad presenta un doble desafío. Por un lado, debemos reconocer que como creyentes estamos llamados a la pausa, al examen, y a la renovación del corazón conforme a la Palabra de Dios. Por otro lado, nuestra sociedad mira a la iglesia para ver un testimonio de pensamiento renovado, de fe con fundamento, no de emocionalismo superficial.

¿EN QUÉ NOS AFECTA ESTA FALTA DE REFLEXIÓN?

Cuando dejamos de reflexionar, aceptamos sin cuestionar ideas dominantes, valores que se filtran sin filtro, decisiones que afectan la familia, la ética, la justicia, y a veces sin que lo veamos. Por otro lado, cuando nos mantenemos en constante movimiento, sin detenernos, no damos espacio al Espíritu para que nos hable, para que nos transforme, para que nos oriente con sabiduría.

Para la iglesia, una comunidad que actúa sin reflexión puede convertirse en reactiva, más que en profética; más en consumidores de cultura que en formadores de cultura. Pero hay esperanza. En Cristo tenemos el poder de detenernos, reflexionar y actuar con sentido. Estamos llamados no solo a hacer algo, sino a hacerlo con sabiduría, con discernimiento, con razón y fe.

APLICACIÓN PRÁCTICA

Esta semana, dedica un momento diario de al menos 5-10 minutos para:

  • Silenciar lo externo (móvil, redes, etc.).
  • Leer un pasaje breve de la Escritura (por ejemplo, Salmo 119:15-16, o Hebreos 4:12-13).
  • Preguntar: ¿Qué está diciendo Dios en esto a mi vida, mi familia, mi iglesia?, ¿Qué necesito cambiar?
  • En comunidad propón que en un grupo pequeño o con tu familia, converséis sobre una idea de fe o ética que está presente en vuestra cultura (por ejemplo: ¿Qué valoramos como “éxito”?, ¿qué significa “vivir con sentido”?). Haced preguntas, contrastad con la Palabra, permitid que se abra una reflexión.

RECUERDA

La fe sin reflexión puede volverse rutina; la reflexión sin fe puede volverse frialdad. Pero la fe reflexionada en Cristo nos lleva a una vida viva, auténtica y transformadora.

ORACIÓN

“Señor, gracias porque nos llamas no solo a creer sino a pensar contigo. Ayúdanos a detenernos, a escucharte, a reflexionar con tu sabiduría y a actuar con tu firmeza. Que en nuestra vida personal, en nuestro hogar y en nuestra iglesia seamos testigos de fe que piensa, de fe que reflexiona, de fe que obra. En el nombre de Jesús. Amén.”

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *